¿Es el feminismo realmente democrático?

¿Y si no lo fuera?

Hablaba al calor de la manifestación feminista del 8-M Carmen Calvo, Secretaria de Igualdad del PSOE, ahora vicepresidenta del Gobierno y Ministra de Igualdad, que «el feminismo, como método para entender la realidad entre hombres y mujeres que tenemos circunstancias distintas, no es optativo. Es obligatorio en democracia».

El objetivo de este artículo es valorar si como dice la sucesora de Sáenz de Santamaría, el feminismo es intrínseco a la democracia, o si, por el contrario, tiende más al autoritarismo. Para ello, aclaremos primero qué entendemos por un sistema democrático. Lo primero que se le ocurre a uno es que es aquél en el cual el pueblo elige a sus representantes en elecciones. Ahora bien, esta definición es incompleta: hay varios regímenes autoritarios en los que se vota, y no dejan de ser dictaduras. Hace falta, pues, concretar mejor este significado. ¿Qué es la democracia?

¿La democracia es solamente votar cada cuatro años en unas elecciones y hacer lo que diga la mayoría? ¿O es algo más? ¿Acaso la democracia no necesita unos valores? ¿Acaso no necesita respetar siempre las opiniones ajenas, sean del lado que sean? ¿Acaso no necesita cumplir la voluntad del bando más numeroso, sí, pero siempre escuchando las ideas de los demás grupos, tratando de integrarlas para conseguir una propuesta que, aunque no contente del todo a nadie, sí satisfaga a todos? ¿Acaso no necesita que no se use la excusa de los deseos de la mayoría para oprimir y recortar derechos a la minoría? Sin estos valores, no tenemos democracia, sino dictadura de la mayoría. Por eso un sistema democrático no sólo exige votar: también exige derechos, libertad, tolerancia, integración y diversidad.

Bien, ahora analicemos lo que esta señora vino a decir: si no eres feminista, esto es, si no piensas como yo, si no sigues esta ideología que promulgo, entonces es que no eres demócrata. Curiosa democracia es aquella en la que sólo vale una opinión: mi opinión. ¿Alguien se imagina a alguno de nuestros ilustres, responsables y preparadísimos políticos planteando que ser de izquierdas o de derechas es obligatorio en democracia? Esta afirmación es, pues, exactamente lo contrario a los valores que he descrito. Esto a muchos nos ha hecho empezar a pensar que realmente el feminismo no está a favor de la democracia, sino que la secuestra para sus intereses totalitarios. ¿Ejemplos? Veamos.

Pudimos ver, tras la sentencia de ‘la Manada’, cómo se inició en la plataforma change.org una petición para expulsar a los magistrados del juicio de La Manada (a pesar de que habían recibido formación en perspectiva de género), incluso una exclusiva para el magistrado del voto particular, Ricardo González, de su carrera como juez. En lugar de plantear una discrepancia sana contra la petición de absolución, aportando argumentos lógicos y fundamentos, pero siempre respetando la decisión de un juez, no, hay que quitarlo de en medio porque molesta. Yo creía que los que quitan a los jueces cuyas sentencias no sean del agrado de los poderosos son los dictadores. Todo el mundo tiene derecho a estar a favor o en contra de la sentencia, faltaría más, pero intentar eliminar las discrepancias no es justicia, es un movimiento autoritario.

También se subió al carro del feminismo el entonces Ministro de Justicia, Rafael Catalá, con unas declaraciones esperpénticas en las que afirmó que el juez González tiene “un problema singular”. Que un Ministro de Justicia atente de esa forma contra la independencia de un juez es un atentado directo contra la separación de poderes y contra democracia en su conjunto.

El PSOE valenciano también puso su parte, claro, afirmando a través de su cuenta de la red social Twitter que la sentencia no concordaba con el “veredicto popular”. Señoras y señores, ahora los jueces no deben escuchar lo que dice la Ley y el Código Penal: según el feminismo, lo que importa no es el veredicto de alguien con una carrera larguísima como juez, que conoce como nadie las leyes, importa el veredicto de la calle, es decir, lo que griten los manifestantes exaltados que no se han leído ni la declaración de la víctima ni la sentencia, mucho menos el voto particular del juez discordante con la sentencia, para al menos entenderlo.

Por cierto, la misma Carmen Calvo dijo una vez que quiere poner por escrito en la Constitución la igualdad entre hombres y mujeres. Parece que no se ha leído el Artículo 14 de la misma, que dice: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Señora vicepresidenta, bienvenida al año 1978.

Que los dos mayores partidos políticos de España hagan semejantes declaraciones pone de manifiesto que o bien no entienden lo que es la democracia, o bien están jugando al electoralismo y sólo lo hacen para ganar votos. En el caso del PP, partido considerado conservador, es una estrategia suicida, puesto que el feminismo nunca va a votarlos, y sólo pedirá más y más concesiones a cambio de nada, hasta verlos destruidos. El PSOE seguramente esté demasiado ocupado organizando talleres inútiles y absurdos, como el último de la Generalitat Valenciana de los socialistas del PSPV y de Compromís, sobre cuestiones como por ejemplo, la “influencia de patriarcado y capitalismo en el ciclo menstrual”, taller en el que no se admiten hombres. Sí: no se admiten hombres. El feminismo, ése que lucha por la inclusión y la igualdad, ¿prohibiendo la entrada a un evento por sexos? En efecto: aquí presento otro motivo por el que el feminismo no es democrático: la discriminación por sexos cometida por mujeres.

El caso más sonado en España es el de Gaming Ladies, un evento organizado por Marina Amores, una reportera, analista y redactora de Eurogamer, una importante revista de videojuegos. Este evento iba a tratar el papel de la mujer en la industria del videojuego, algo totalmente respetable e interesante. Sin embargo, en este evento solamente admitían mujeres. Sí, la discriminación por sexos más rancia y retrógrada del franquismo ha vuelto de manos de las nuevas monjas del Opus Dei: las feministas. La igualdad de derechos que dicen buscar es olvidada cuando la desigualdad les favorece, y no dudan en diferenciar, acusar y segregar.

¿Y qué excusa daba Marina Amores para organizar ese evento ‘no mixto’ (así llaman ahora las modernas al segregacionismo puro y duro de los siglos pasados)? Que buscaba un “espacio seguro” para las mujeres que asistieran. Prohibir que acudan hombres alegando que eso crea inseguridad es afirmar que los hombres son peligrosos por norma general, con lo cual se está criminalizando gratuitamente al 50% de la población. Sí es cierto que ciertas comunidades online son muy tóxicas: todo el mundo recibe insultos si juega mal a algunos videojuegos, pero eso no puede servir para afirmar que todo un colectivo definido arbitrariamente por su género es peligroso. Por supuesto, toda la prensa española de videojuegos, infestada de corrección política, apoyó al evento segregador de Amores y calificó de acoso machista cualquier crítica hacia ella, intentando acallar toda opinión discrepante hacia el evento y el feminismo. Porque como ya he dicho antes, al feminismo las críticas, sean o no constructivas y las ideas contrarias no le sientan muy bien.

La prensa española de videojuegos es sólo uno de los tentáculos del feminismo: es una maquinaria muy bien engrasada y organizada que se extiende por todos los ámbitos de la vida: los premios Goya, con abanicos en las galas, carteles en fiestas populares, los vasos que reparten en dichas celebraciones, los nombres de los partidos políticos, la Fórmula 1, manifestaciones de cualquier tema… Esta maquinaria, como todo en este capitalismo que dicen combatir, se alimenta de dinero. Concretamente, dinero público: miles de millones de euros de los Presupuestos Generales del Estado han ido destinados en los últimos años a instituciones y asociaciones feministas, bien de carácter general, o bien que se centran en implantar ‘la igualdad’ en un espacio concreto, como el taller antes mencionado. Dinero que nunca llegará a las víctimas reales de maltrato y se perderá en sueldazos para sus integrantes, que viven literalmente de que haya machismo para que haya que seguir pagándoles por nada, porque no existe como algo generalizado, que es lo que nos quieren hacer ver.

Y claro, estos grupos y sus entramados que viven de las subvenciones para acabar con el machismo, ¿qué les pasaría si un día consiguen su objetivo y destruyen al patriarcado? Que se acaban las subvenciones, los altos sueldos dentro de las instituciones públicas, ¿y de qué van a vivir? Por eso no quieren acabar con su invento del patriarcado, necesitan inflarlo cada vez más y más, así es que se criminaliza a todos los hombres, para crear un miedo e histeria colectivas con los que exagerar el problema en la sociedad y seguir exigiendo más subvenciones: en todos los telediarios se nombra cada víctima de violencia de género en España, y los grupos feministas intentan concienciarnos de lo grave que es el problema de la violencia de género. Hasta llegan a afirmar que “la violencia de género es el mayor problema que tiene ahora mismo este país” es el mayor del país, aunque luego las encuestas del CIS revelan que no es ni de lejos el principal problema para los españoles.

Sin embargo, si nos atenemos a los datos, sólo el 0.0002% de las mujeres españolas murió a manos de sus parejas en el año 2014, concretamente, 51 asesinadas por 23.634.738 en total. Esto nos lo intentan vender como que es un problema de interés nacional, cuando todos los años hay muchísimas más muertes, tanto de hombres como de mujeres, por otros motivos, como suicidios, homicidios comunes, ahogamientos, accidentes laborales o accidentes de tráfico. En cambio, consideran que los asesinatos de hombres a manos de sus mujeres son casos aislados o que directamente ni existen, cuando en el mismo año fueron 11 los casos, es decir, un 0.00005%. Tenemos un 0.0002% frente a un 0.00005%, pero uno es “nos van a matar a todas” y “los hombres matamos mujeres” y otro son casos aislados o “seguro que lo hicieron para defenderse”. La estrategia del miedo, de convencer a las mujeres de que los hombres son asesinos y violadores en potencia, funciona. En este artículo de nuestra web puedes ver otros porcentajes similares.

Tras exagerar la violencia de género de una forma tan desmedida y descarada, todo gracias a los medios de comunicación, tras criminalizar al hombre, ya tienen la excusa para justificar la solución: leyes que discriminan al sexo masculino y le recortan derechos, como la Ley Integral contra la Violencia de Género (LIVG). Esta ley contiene aberraciones tales como diferentes penas por el mismo delito sólo por ser hombre o mujer, protocolos de protección para víctimas de violencia de género sólo si dichas víctimas son mujeres y los agresores hombres, y lo que es peor: la retirada de la presunción de inocencia de facto a los hombres.

Con esta ley, la mujer puede denunciar sólo con su palabra, sin aportar ninguna prueba, y si su versión es coherente y verosímil, es automáticamente creída por un juez en un juzgado exclusivo donde a la mujer se le considera únicamente víctima y al hombre únicamente agresor, con lo cual deja al acusado en la situación de tener que demostrar su propia inocencia. Mediante la LIVG, es muy posible condenar a un hombre sólo con la palabra de una mujer, aunque sea por conformidad para evitarse males mayores. Considerar a alguien culpable hasta que se demuestre lo contrario es una violación flagrante del principio jurídico del onus probandi, por lo tanto, también del Estado de Derecho, la Constitución y los valores democráticos, pero como ya he dicho, el feminismo no entiende muy bien lo que es la democracia, y como ser feminista da votos, los políticos se meten en esa carrera por ver quién es más feminista y acaban atropellando los derechos del resto de la población, como cualquier régimen autoritario.

Otro ejemplo: las Pit Girls, es decir, las azafatas que servían de imagen para diversas marcas en los Grandes Premios de Fórmula 1, han sido eliminadas, como he indicado antes, en nombre del feminismo. Mujeres que elegían ese trabajo y que decidían hacer uso de su cuerpo de la forma que ellas querían, criticadas y censuradas por los feministas. ¿No eran libres las mujeres de hacer lo que quisieran con su cuerpo? ¿O es que sólo pueden hacer lo que quieran si le agrada al feminismo? ¿Va a resultar que no quieren mujeres liberadas e independientes, sino que todas piensen como ellos, sin discrepancias ni razonamientos fuera de lo establecido?

Hay muchos más ejemplos en los que este movimiento ha actuado saltándose las reglas democráticas, siempre en busca de su igualdad perfecta, utópica y buenista en la que no existen los asesinos ni violadores, las mujeres y los hombres tienen exactamente los mismos gustos e intereses, y absolutamente todos los puestos de trabajo tienen un reparto perfectamente igualitario de 50% de personas de cada sexo. Lamento decirles que siempre habrá asesinos, y siempre habrá violadores, da igual cómo y cuánto eduques, porque la libertad y el libre albedrío que caracterizan a la especie humana provoca que siempre haya gente mala. El mero hecho de insinuar que si la hay es porque han sido educados así, como afirman, es grotesco.

En resumen, el feminismo tiene poco de democrático y mucho de autoritario, puesto que ataca, acosa y trata de silenciar a quien no lo suscribe, discrepa y lo critica, viola la independencia del Poder Judicial y la separación de poderes, segrega a las personas según su sexo, criminaliza a los hombres sólo por serlo, recorta sus derechos básicos y censura la libertad de quienes dice defender si no la usan para pensar según sus postulados. Si no me creen sobre que el feminismo ataca y acosa, vayan a estos hilos de Twitter, donde recogemos el acoso a una tuitera que defiende la igualdad.

Algunos de esos tuits ya han sido borrados, porque a las ‘demócratas’ no les gusta que les recuerden el autoritarismo de sus prácticas, pero de cualquier forma, la víctima del acoso sigue recibiendo a día de hoy ataques constantes por parte de las mismas feministas que dicen defender a la mujer. Y no cuesta mucho encontrar cosas peores…

En cambio, esas características sí tienen bastante de autoritario, de pérdida de derechos y libertades en busca de la seguridad, la igualdad y el orden social. Si nos fijamos en otros movimientos autoritarios que se han dado a lo largo de la Historia, se puede ver que su objetivo final es siempre la obtención para sus seguidores de un control absoluto de la política, la sociedad y la economía. Para ello, necesitan un enemigo común, al que se demoniza y en el que se concentran todos los males de la sociedad, sean reales, exagerados o inventados, para así justificar sus acciones. En épocas pasadas, este enemigo común de cualquier movimiento autoritario han sido las élites, los comunistas, los burgueses o los judíos.

En el caso del feminismo, podemos observar cómo esa concentración de los problemas es clara: el patriarcado es el enemigo, que reúne al mismo tiempo al machismo, a la homofobia, a la transfobia, al racismo y al capitalismo, entre otros, los que para ellos son los mayores males de la sociedad. Y si bien algunos de ellos son pensamientos deleznables y condenables, la sociedad española está muy lejos de tenerlos como problema: España es uno de los mejores países el mundo para ser mujer, uno de los países de Europa con menos asesinadas por violencia de género y uno de los países que más respeta los derechos LGTB. Ya está creado el enemigo como concepto: ahora, ¿quién es el enemigo? ¿Quién es el patriarcado? Todos los hombres, sin excepción. Esta afirmación es fácil de ver en esos círculos: según el feminismo, el patriarcado está en todas partes, todos los hombres somos machistas, hasta sus aliados, que están en un continuo proceso de ‘deconstrucción’ para romper con sus supuestos privilegios.

Otra característica de cualquier movimiento autoritario es su penetración en todos los ámbitos de la vida social: al igual que en cierta época y lugar era imposible encontrar un lugar sin esvásticas o mensajes nacionalsocialistas, hoy, como he mencionado antes, en todas partes pueden encontrarse pancartas y eslóganes feministas.

La reacción más natural al leer estas líneas es pensar que estoy manipulando, porque estoy cogiendo muestras del feminismo más radical y generalizándolo, que el feminismo de verdad no es así, que hay muchísimos feministas que no están de acuerdo con esto y sí buscan la igualdad. Y sí, tienes razón. Pero mira de dónde vienen estas muestras de feminismo radical: los partidos políticos más importantes de España, las leyes que se aprueban en el Congreso, la mayoría de la prensa de videojuegos española, asociaciones y grupos de presión (lobbies) feministas, las personalidades feministas en las redes sociales (que son las que tienen la capacidad de mover a sus seguidores para crear ruido y acosar o chantajear a otros grupos). Es decir, quienes mandan y tienen la capacidad de movilizar a sus seguidores.

El feminismo original perseguía la igualdad, y gracias a él se han conseguido avances importantísimos, como el sufragio universal y una verdadera democracia, con igualdad de derechos y oportunidades, pero ahora ha sido secuestrado por radicales, por hembristas, que sólo buscan privilegios y a las que no les importa tratar a las mujeres como basura o como discapacitadas mentales que sólo pueden triunfar gracias a subvenciones, facilidades y cuotas. No hay más que ver cómo tratan a las mujeres que no comulgan con ellas: “alienadas” y “traidoras a la causa”. Como si la causa del feminismo fuera natural a todas las mujeres, porque no soportan a la mujer que piensa diferente.

Y estos nuevos mandamases tienen a sus seguidores, que les dan músculo social. Algunos son fanáticos incondicionales, que no han llevado a cabo ninguna clase de juicio o análisis racional sobre las acciones y medidas de sus líderes y que creen de verdad que éstas representan la verdadera igualdad. Otros son los que las critican porque saben que son radicales, pero al seguir dentro del movimiento feminista, siguen sirviendo a sus intereses, aportando su grano de arena a la maquinaria cada vez que estos mismos radicales los llaman a una manifestación o un hashtag y acuden a la llamada como buenos borregos. Ya son un número más que el feminismo radical usará para presionar a políticos, medios de comunicación y empresas, y conseguir implantar su agenda hembrista. En cualquier caso, utilizan a los feministas como tontos útiles, porque no les importan, no les importa la igualdad, sólo les importan el poder, los privilegios y el dinero.

Es más, no se debería buscar la igualdad entre hombres y mujeres. ¿Por qué? Porque hombres y mujeres somos diferentes. Cada individuo tiene cuerpos diferentes, gustos diferentes, intereses diferentes, aficiones diferentes, personalidades diferentes, opiniones diferentes. No hay nada más desigual que igualar a todo el mundo: hay que respetar la diversidad de cada uno: lo que hay que buscar es que tengamos igualdad de derechos, deberes y oportunidades, para que cada uno pueda, bajo las mismas condiciones, sentirse cómodo y desarrollarse como persona según su propio camino.

Si eres mujer te preguntarás “¿y esto en qué me afecta a mí?”. Primero, porque tienes familia, amigos, pareja, y deberías querer un futuro digno para ellos. Segundo, porque también te afecta directamente: al pedir cupos en el trabajo, si accedes a un puesto técnico, todos tus compañeros dudarán de si estás ahí por cupos y no por méritos, y hasta tú tendrás tus dudas, arrebatándote así tu dignidad en el trabajo. ¿Te gustaría que se te contratara no por tus cualidades, sino por tu sexo? ¿Hay algo más humillante que eso?

Y si crees que la represión no te afectará, inocente: los movimientos autoritarios o totalitarios acaban oprimiendo a todo el mundo, a todo el discrepante, a todo el que se salga del pensamiento único. Las víctimas del feminismo no sólo seremos los hombres, será todo el que tenga una opinión contraria, hombre o mujer. Ya has visto unas líneas más arriba cómo una mujer crítica con el feminismo es acosada por feministas a las que luego se les pierde la boca hablando de sororidad. De la misma forma, algún día te puede tocar a ti. Por eso todos tenemos que dar la batalla, no podemos pensar que a nosotros no nos afectará. No me gusta tirar demasiado de comparaciones baratas con el nazismo (y sé que ya lo he hecho alguna vez en este texto), pero el pastor luterano alemán Martin Niemöller escribió el siguiente poema sobre el nazismo que lo explica a la perfección. Entiéndase como una crítica a toda clase de movimiento totalitario:

«Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada,

porque yo no era socialista.

Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada,

porque yo no era sindicalista.

Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada,

porque yo no era judío.

Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí.»