Miedo a ser libres
El otro día tuve una conversación sobre feminismo y hablamos sobre dos argumentos que suelen usar los feministas. Concretamente, dos argumentos con los que suelen acusar de defender las violaciones de mujeres a los que discrepan de su narrativa. Por un lado, el que acusa a los que recuerdan que hay que tener cuidado para evitar ciertas situaciones peligrosas (como volver a casa de noche sin compañía o pasando por calles mal iluminadas o zonas conflictivas) de estar culpabilizando a la víctima de la violación que ha sufrido. Por otro lado, el típico argumento feminista de «no hay que enseñar a las mujeres a tener cuidado, sino a los violadores a no violar».
Ninguno de los cuatro interlocutores creíamos en esos argumentos, así que hablamos un rato sobre por qué creemos que no son correctos. Esa conversación me ha inspirado a escribir este artículo para explorarlos más a fondo y contrarrestarlos desde su base. ¿Por qué los que defienden esto se equivocan?
¿Qué es culpabilizar?
La primera, la de la culpabilización, afirma que pedir que una mujer sea cuidadosa o esté preparada para enfrentarse a una violación es culpabilizarla. Todo esto atacando al que lo hace de una forma muy poco constructiva, por cierto.
Un contraargumento muy utilizado en este caso es que nadie está culpando a la víctima de nada, sino recordando que ciertas decisiones que pudo haber tomado, como no volver a casa sola o haber elegido otro camino, podrían haber evitado el desenlace fatal. Todos tenemos derecho a hacer ciertas cosas, incluso si nos ponen en peligro, pero siempre es recomendable ser consciente de ello y evitarlo. De la misma forma que yo puedo pasearme por un barrio pobre y conflictivo con billetes de 500€ en la mano y, si me roban, la culpa no es mía. Ahora bien, estuvo en mi mano haberlo evitado.
Afirmar que alguien pudo haber hecho algo para evitar una agresión no es culpabilizarlo. El único culpable es el agresor, pero no es el único que tuvo la capacidad de hacer que la agresión no ocurriera.
Más vale prevenir que curar.
La segunda, la de la enseñanza, sostiene que el problema no es que las mujeres tengan que ser cuidadosas o no, sino la propia existencia de violadores, porque la sociedad no los enseña a no violar, o no lo hace lo suficiente.
Esta vez el argumento se puede rebatir recordando lo más obvio: la sociedad no enseña a nadie a violar, ni enseñar a no violar con la suficiente firmeza. Por otro lado, la idea de que los violadores dejen totalmente de existir a través de la educación es utópica. ¿Por qué? Porque no hay un solo perfil de violador: hay algunos que son enfermos mentales, a los que la educación no les hará nada; hay otros que vienen de otros países, por lo que no han sido educados en el nuestro y no se sabe qué educación han tenido. Nunca se sabe con qué clase de persona nos vamos a cruzar ni qué puede pasar.
Un ejemplo es cómo a los niños se les enseña siempre a tener cuidado cuando crucen una carretera. ¿Hay que enseñar a los conductores a no atropellar? Claro. Pero no podemos escatimar en precaución, puesto que, en caso de accidente, las consecuencias más graves no las sufre el conductor, sino el peatón. Más vale prevenir que curar. ¿Alguno se imagina a alguien diciendo en serio «no hay que enseñar a los niños a tener cuidado al cruzar la calle, sino a los conductores a no atropellar»?
Es más, ¿acaso afirmar que la sociedad debió haber actuado de otra forma para supuestamente impedir la violación no es exactamente lo mismo que se critica en el primer argumento? Desde su punto de vista, ¿no sería igualmente culpar a la sociedad en vez de al violador?
Tras este análisis superficial, se puede entender fácilmente que ambas ideas están relacionadas, puesto que se refieren a agresiones sexuales y al papel que juegan en ellas la víctima y el agresor. Sin embargo, como he escrito al principio, quiero ir más allá. Hay algo más, algo más sutil, o más profundo, que las relaciona:
Ambas ideas despojan a la víctima como individuo de cualquier responsabilidad hacia su protección y defensa personales.
En ambas se niega que las mujeres deban protegerse a sí mismas para prevenir posibles agresiones. Las mujeres deben poder actuar sin ninguna clase de responsabilidad, aunque eso las ponga en riesgo. Si algo ocurre, no se puede ni siquiera sugerir que la víctima hizo algo mal, que debería haber hecho algo de forma diferente, o que debería haber estado preparada para defenderse.
El feminismo trata de vender que todo lo malo que le ocurre a una mujer en su vida es por los demás, por los hombres o por la sociedad, y que lo bueno son cosas que ella ha hecho, logros personales a pesar de la sociedad machista que la rodea. Es el típico pensamiento de socializar las pérdidas y privatizar los beneficios. Cuando las cosas van mal, la culpa es de la sociedad. Cuando las cosas van bien, es mérito propio.
Esta concepción está equivocada, y mucho, por varios motivos. Planteo la siguiente pregunta:
¿Acaso no somos todos los últimos defensores de nuestra propia seguridad y, por ello, responsables últimos de tomar decisiones que la garanticen?
Los que defienden que las mujeres no deben ser resposables de sus actos ni de su propia protección lo que están haciendo es trasladar esa responsabilidad a otros. Como si las mujeres fueran seres débiles e indefensos que necesitan que «la sociedad» o «la educación» las protejan del peligro. Como si debieran quedarse esperando a que otros las salven. Es el cuento del príncipe azul que tanto critican pero con pasos extra.
¿Y cuál es el mayor problema de esta concepción? No sólo es que simplemente estén intentando convencer a las mujeres de que vayan por la vida como inconscientes ignorando peligros que no van a desaparecer por mucho que se mire para otro lado. No, es algo más:
Se está intentando impedir que las mujeres sean libres.
Los que defienden esto, los feministas, quieren que tú, como mujer, confíes tu protección a tus compañeras feministas, a la sociedad, a la educación. Pero con eso sólo se consigue que seas dependiente de ellos, que estés sometida para mantener tu seguridad. El resultado final es que no pienses por ti misma. Los feministas tienen que convencerte de que sólo ellos y sólo sus ideas pueden hacer que estés segura, y de que no hagas caso a los que dicen lo contrario. Por eso acusan tan violentamente de defender a los violadores o de culpabilizar a las víctimas a los que discrepan. ¿Para qué?
Para que tú y el resto de las mujeres tengáis miedo a ser libres.
Porque pensar por ti misma es el primer paso para ver el mundo desde tus propios ojos; para que, cuando hables, las ideas que te oiga decir sean tuyas, realmente tuyas, no las que otros te han convencido de que digas; para discrepar sin miedo, porque quien te rechace nunca quiso que fueras libre; para darte cuenta de que esa seguridad que te ofrecen es la seguridad de una celda; para reconocer que esa seguridad es falsa, porque busca desprotegerte para que siempre dependas de ellos; para emprender tu propio camino y buscar una seguridad real, la que pasa por ser adulta y responsable y tomar tus propias decisiones para mantener tu integridad. Porque el resultado final de ese proceso es ser libre.
Y digo «falsa seguridad» porque, a la hora de la verdad, ahí, en la calle, cuando estés cara a cara con alguien que quiera violarte, no va a venir a salvarte ninguno de esos supuestos protectores en los que habías depositado tu protección personal. Cuando te cruces con un violador, ni la sociedad, ni la educación, ni el Estado, ni esos feministas que tanto dicen defenderte van a acudir en tu socorro. Ninguno de ellos va a aparecer para ponerse entre él y tú. La única que vas a poder defenderte eres tú. Tú eres la última línea de defensa y la más interesada en defenderte, por lo tanto, eres tú quien debe hacerse responsable de tu defensa.
Como dice la cita:
Quien está dispuesto a sacrificar libertad a cambio de seguridad no merece ni libertad ni seguridad, y acabará perdiendo ambas.
Una mujer que toma decisiones por y para sí misma, que se preocupa de no volver sola o de no pasar por lugares peligrosos, o que conoce formas de defenderse, como defensa personal o alguna arte marcial, no necesita a nadie para protegerse. No necesita del feminismo, ni de ninguna ideología, ni de terceros grupos para mantener su seguridad. Es una mujer fuerte y segura y, por ello, es una mujer libre.
Un individuo débil, que depende de otros para su protección y su seguridad, nunca será un individuo independiente, y un individuo dependiente nunca será un individuo libre.
Y tú, ¿vas a defenderte por ti misma? ¿Vas a ser fuerte? ¿Vas a ser libre?
Está en tu mano. Sólo tienes que empezar perdiendo el miedo a ser libre y pensando por ti misma.